
Sus párpados permanecían sellados. El pelo le ondeaba al viento y sus mejillas estaban ligeramente enrojecidas. Sin embargo sus manos eran pálidas, tanto que saltaban a la vista.
Tenia la mente en blanco. Estaba en paz. Por fin.
Pero, ¿por cuanto tiempo?
Deseaba que fuese mucho, una eternidad. Ahora que había entrado en aquella dimensión de su subconsciente, se negaba a volver al mundo real.
Intuía que sería cuestión de unas horas; suficientes para que aquella tranquilidad desapareciera dejando paso al bramido de un monstruoso gigante enfurecido.
uf, la foto (L)
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