
Olivia hizo un mohín y comenzó a llorar. Él alzó la mano carente de pulso firme, temblorosa, y le acarició el rostro. Aquellas lágrimas la delataban, rompían la coraza con la que se protegía y protegía a los demás, dejaban ver que era una frágil niña de dieciocho años.
-No llores, Oly, por favor…
-Gabriel las cosas no están como lo estaban antes… - se detuvo y se sonó la nariz con un pañuelo que guardaba en el bolsillo de su falda.
-¿Qué ha pasado?
Silencio.
-Mamá ha muerto.
No. Cuando ocurre eso las cosas nunca vuelven a estar como antes.
ResponderEliminarEs muy triste.