domingo, 27 de febrero de 2011

5 años

Sus ojos grises se quedan fijos en la fotografía que descansa sobre la almohada. Entra en trance y se transporta allí mismo, sobre el escenario. Se busca entre los bailarines, reconoce rostros y finalmente se encuentra; allí está, junto a ella. Sus cuerpos se contorsionan gracilmente dibujando sombras fantasmagóricas en la pared débilmente iluminada. Los brazos de ella se mueven con tal elegancia que parecen las alas blancas y suaves de un bello cisne. Las manos de él, bien cuidadas, la sujetan en el aire cómo si su peso no importase. Ella da vueltas y vueltas, hasta que finalmente, con una sonrisa cansada cae en sus brazos y le mira directamente a los ojos. Él no puede dejar de mirarla, ahora más que nunca su paloma blanca desfallece de amor allí, entre sus brazos.

Pero como siempre, la función termina, su mente pierde el combate y vuelve a la sombría habitación en la que los recuerdos de una vida juntos se consumen dolorosamente con el paso del tiempo. Aún así no deja de recordarla, cada noche, al acostarse, mientras su cuerpo envejecido y las arrugas que surcan su rostro le recuerdan, cinco años después de haberla perdido, que la sigue amando.

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