sábado, 16 de abril de 2011

El océano de mi cama


Conquisté el lado de la cama que aún permanecía frío. Mi pierna se deslizó entre las sábanas y cayó lentamente por el borde de la cama hasta que sentí, con la punta de los dedos, la calidez del parquet. Entreabrí los ojos i parpadeé varias veces para acostumbrarme a la cegadora luz que entraba por la ventana. Se me escapó un suspiro que me humedeció los ojos e hizo que pudiese abrirlos del todo. Primero miré al techo, tras comprobar que seguia sobre mi cabeza y no había desaparecido di un giro de noventa grados y me fijé en el despertador. Me percaté de que eran las dos de la tarde de un sábado, suspiré y al exhalar se esfumaron las ganas de levantarse y echar a andar sin rumbo por la calle.
Tenia una cita con mi hermana, pero no iba a ir, no hoy. Hoy pensaba romper con todos los horarios, sumergérme en aquel océano que era mi cama y no salir de allí hasta que mis necesidades vitales me obligasen a hacerlo. Giré sobre mi misma y me abracé a la almohada. Allí, con el hocico metido entre las sábanas, tuve la sensación de que me evadia a otro mundo. Un mundo en el que predominaba la oscuridad pero se estaba en paz.
El mundo del sueño poblado de deseos no cumplidos, dicen.

3 comentarios:

  1. Dile que No subestime al mundo onírico. Los sueños pueden convertirse en experiencias igual de válidas que cualquier otra realidad que experimenten nuestros sentidos.

    Solo depende del valor que queramos darles.

    Amable relato

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  2. Me encanta viajar a ese mundo de los sueños. Es cierto, hay días que es oscuros, pero otros el sol calienta los ojos maravillosamente.

    Besos soñadores

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  3. La gente subestima la oscuridad, a veces es el sitio donde más paz se encuentra.

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