lunes, 8 de noviembre de 2010

Jugando en los confines de la realidad y la imaginación



El duende tenia la carita sonrojada y los ojos saltones. Paseaba bajo los árboles disfrutando de la mañana soleada. Hasta sus oídos llegaba el alegre canto de los pájaros, que al sobrevolar
las copas de los chopos, dibujaban armoniosas curvas. Todos sus quehaceres estaban cumplidos y tenia la mañana libre. Al parecer era el primer día en su vida en el cual no tenia que ponerse a trabajar temprano. Aquel día podia permitirse el pasar horas y horas por el bosque sin hacer prácticamente nada, tan solo purificar su alma con la tranquilidad de aquel lugar.
De repente un grave ruido rompió la calma del bosque. Todos los habitantes corrieron a refugiarse al gran árbol, en sus madrigueras, en el río... en cambio, el pequeño duende, permaneció en su sitio, sin mover ni tan siquiera un músculo. Pensaba desafiar a esa cosa que llamaban humano, tan rápido y letal. Se ajustó bien el cinturón y sacó pecho. Justamente cuando el niño gigante se paró ante él, el duende comenzó su discurso como gran guerrero que se creía.

Desgraciadamente, no pudo concluirlo, el ignorante niño le asestó un golpe mortal. El duende salió despedido por el impacto y se estampó contra el tronco de uno de los árboles más próximos. No le dio tiempo a sentir dolor, sólo un breve choque de ideas en su mente, una mezcla de pensamientos; le dio la impresión de ver pasar su vida ante sus propios ojos. Corta, pero intensa y bonita.

El niño:

-¡Pol! ¡Jaja! Mira lo que le he hecho al gnomo de la señora Brighton.

[......]

Fin.

2 comentarios:

  1. relàmpago. Bravo por la curiosidad, me gusta tu blog, ti sigo.;)

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  2. Desde luego... subestimar el grado de la estupidez humana es algo que sólo suelen hacer los humanos. Mejor hubiera estado trabajando el gnomo de la sra. Brighton.

    Me gusta tu blog :)

    Un abrazo

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